sábado, 6 de octubre de 2007

PENSAR EN GRANDE, para construir en grande


Se aproximan las elecciones de octubre y aumentan los enfrentamientos entre los argentinos. Todos se olvidan qué es lo que tiene prioridad, la lucha mancomunada de todos en defensa de los intereses y objetivos nacionales, que son también los de todo el pueblo argentino. En las verdaderas democracias se hace lo que el pueblo quiere y se persigue un solo interés: el del pueblo; y en una democracia integrada todos trabajan con un objetivo común, manteniendo su individualidad, sus ideas, pero todos lo hacen por ese fin común. Debe existir un espíritu de unidad para construir el país; recoger las experiencias buenas y malas del pasado para repetirlas o evitarlas, pero por sobre todo, construir el futuro. En los últimos tiempos los cambios se producen más aceleradamente; debemos adecuarnos a ellos. Pero necesitamos cambios estructurales que contribuyan al bienestar de todos y a la grandeza de la Patria.
Nunca saldremos adelante destruyendo las instituciones; a través de ellas lograremos el concepto de vida social de los países modernos. El que gobierna no debe mandar, sino servir y en todo caso convencer, persuadir sobre la necesidad de patear todos para el mismo lado, aunque tengamos ideas diferentes. No se trata de prometer, cada uno sabe lo que debe hacer y si no lo sabe que lea la Constitución Nacional y los tratados internacionales con esa jerarquía. Es deber de los representantes del pueblo respetar y hacer respetar la Ley Suprema con la suma de los derechos fundamentales en ella reconocidos y cumplir con la voluntad popular. La democracia no es hacer lo que el político quiere sino lo que el pueblo quiere. ¿Quién votará el desorden, el premio a la vagancia, el amparo a la impunidad de los que violan nuestros derechos fundamentales?. Sin una auténtica justicia como valor supremo, sin seguridad jurídica, sin seguridad personal, sin el trabajo que es una manera de dignificarnos, sin respeto por la vida y las creencias de cada uno, sin transparencia en los actos de gobierno, no habrá salida posible. Debemos hacer un pequeño sacrificio de nuestro ego en función del bien común. Debemos ser una comunidad organizada y no un conglomerado de individuos; porque comunidad es estar ligado a los demás por algo compartido que trasciende al individuo y le impone respeto: la tradición (ética, valores, costumbres comunes). La falta de límites no es libertad, es libertinaje; si actuamos dentro de la ley no somos esclavos sino hombres libres. Sólo en una comunidad organizada cada uno podrá ser dueño de su propio destino, de lo contrario sólo seremos instrumentos de los organizados. Pensando así, en grande, se legislará en grande, se gobernará en grande, y entre todos, como una auténtica comunidad organizada construiremos una Patria grande, libre y soberana para el bienestar de todos los argentinos.
Bernardo Nespral

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